1898 La Guerra Hispano Americana en Puerto Rico - 1898 The Spanish American War in Puerto Rico

Un guaniqueño impidió que Ponce fuera bombardeado en la noche del 27 de julio de 1898

Relato inédito del marino Víctor Lassala, quien condujo el barco de guerra Wasp desde el puerto de Guánica, seguido por otros barcos americanos, para la toma de la Perla del Sur.

Por: Pedro Juan Vargas Mercado

Tomado del Programa de las Fiestas Patronales de Guánica de 1986 (Guánica tiene como Patrón a Santiago Apostol cuya festividad se celebra el 25 de julio)

(Enviado por Don Francisco Lluch Mora a través del Coronel Héctor Andrés Negroni)

Fotografía de Víctor Lassala en la decada de 1950

Hay páginas de la historia de la invasión americana de Puerto Rico que aún permanecen inéditas, y que, por lo extraordinarias de las mismas, como la que vamos a citar, parecen inereíbles.

La que nos ocupa hoy es la relacionada con el extraordinario papel que un humilde marino guaniqueño jugó en la noche del 27 de julio de 1898, cuando el comandante americano de un barco de guerra surto en el puerto de Ponce, viendo que la bandera española no era arriada, se disponía a bombardear a la señorial Perla del Sur.

Ha llegado a nuestras manos un trabajo investigativo realizado por estudiantes de nuestra Escuela Superior de la década del 50, dirigidos por el entonces estudiante Edmundo McDougall y bajo la supervisión del profesor José Martínez Pacheco. Era la Directora de la Escuela Superior la Sra. Isabel Santiago.

Dichos estudiantes habían oído hablar de las experiencias que el marino guaniqueño don Victor Lassala, había vivido en los días de la invasión. Leían y releían la Crónica de la Guerra Hispanoamericana, por don Angel Rivero, pero aún cuando el señor Rivero estuvo en Guánica allá por el 1918 y visitó varias familias guaniqueñas como la Olavarrieta, la Mejill, la Flores, la Rodríguez Carlo, la Nazario, la Morciglio y otras, no visitó a la Lassala. La ocupación de Guánica por las tropas americanas la narra detalladamente, pero, fuere por lo que fuere, don Víctor Lassala no figura en su narración. Por eso el interés de los estudiantes de Escuela Superior señalados, de entrevistarlo. He aquí la narración de don Víctor, compendiada del trabajo a que hacemos referencia:

"Entraron los americanos por el puerto de Guánica, a las ocho de la mañana del 25 de julio de 1898. El primer cañonazo lo tiraron frente al faro. Después entró una parte de la escuadra, o sea, los barcos pequeños, y los grandes se quedaron afuera. Enseguida que fondearon, desembarcaron "tropas que se dirigieron a la orilla. Siete guerrilleros españoles les hicieron fuego, contestándoles la escuadra. Cuando todo hubo cesado, un comandante vino a tierra buscando los marinos y pidiendo también al práctico del puerto."

Sigue diciendo don Víctor: "Don Simón Mejill, a quien usaron como intérprete, vino adonde mí y me dijo que yo iba a servir a la escuadra y que buscara a don Juan María Morciglio, quien era el práctico. Entonces se presentó Cornelio Serrano, quien era un marino igual que yo. Nos llevaron a bordo del Wasp, donde pasamos la noche. El 26 de julio, nos asignaron a cada uno un barco que nos llevaría a Ponce al día siguiente. A mí me asignaron el Wasp, a Juan María Morciglio el Massachusetts y a Cornelio Serrano el Gloucester. Antes de salir le dijimos al comandante que no podíamos dejar a la familia sin comida. El nos dijo que no nos preocupáramos, y enseguida mandó a bajar un bote con suficiente comida para las tres familias."

A continuación don Víctor nos narra uno de los episodios en el que él, por su amor a sus semejantes, pasó la más agria de las angustias ante hombres más que nada militares y, como invasores, con las peores intenciones. Oigámosle: "Salimos rumbo a Ponce, yendo el Wasp, o sea, el barco que yo piloteaba, al frente. Cuando llegamos, hicieron lo mismo que en Guánica, esto es, que los barcos grandes se quedaron afuera y los pequeños llegaron al puerto. Mi barco fue el primero que entró a puerto y cuando estábamos en un sitio en el que más o menos vi que se podía tirar anclas, se lo dije al comandante, (éste sabía español), pero éste me indicó que no, que ellos no iban a fondear pues tenían que estar preparados para cualquier ataque. Me dijo, además, que mantuviera el barco en movimiento, lo cual hice. Al poco rato aparecieron unas lanchas con los oficiles de los barcos que se quedaron afuera, y hablaron entre ellos cosas que no pude entender porque lo hicieron en inglés. Al irse los oficiales en sus lanchas, el comandante ordenó enfilar los cañones hacia la playa. Al ver yo esto, le pregunté qué iba a hacer y me contestó, amenazante, que cuando llegaran las lanchas a sus barcos y no hubiera sido bajada la bandera española, haría fuego. Esto me conmovió profundamente. Le pedí que se esperara, porque el capitán de puerto no vivía en la playa y que para ir al pueblo, en ida y vuelta, se tardaba alrededor de media hora o más dado el estado de alarma que prevalecía en Ponce en espera de la invasión. Entonces él, molesto, me contestó que si dentro de media hora no bajaba la bandera española, arrasaría todo con el fuego de sus barcos."

Cortamos aquí el relato de don Víctor para hacer la siguiente disgresión:

Según narra don Angel Rivero en su libro ya citado, el mayor general James H. Wilson, comandante de la primera división del primer cuerpo del Ejército de Estados Unidos, salió de Charleston, Carolina del Sur, a las siete de la mañana del dia 20 de julio de 1898, con los navíos Obdam, La Grande Duchesse y Mobile. Llegaron al puerto de Guánica en la mañana del 27 de julio, poniéndose inmediatamente a las órdenes del general Miles que había hecho del barco City of Macon su cuartel general en nuestra propia bahía. Recibió órdenes el general Wilson de zarpar nuevamente con sus buques hacia Ponce, saliendo todos a las cuatro de la madrugada del día 28 y llegando a su destino al amanecer del mismo día. Dice el autor Rivero: "Ya fondeados, el comandante Davis, del Cincinnatti, informó al general Wilson que las fuerzas de la Marina habían desembarcado la noche anterior y que se estaba tramitando un arreglo entre el jefe de la fuerza española y un representante de la Armada, habiendo capitulado la plaza...

Volvamos ahora a continuar el relato que don Víctor le estaba haciendo a los estudiantes que fueron a entrevistarlo: "Yo le supliqué que aguantara el bombardeo, que no se derramara sangre inocente. Le di mi palabra de que, en vista de aquellas circuntancias, los españoles no harían ningún acto temerario y que bajarían la bandera, pues yo consideraba que los soldados de España eran valientes pero también eran hombres de honor y cumplirían como aquella situación aconsejaba. No quisiera yo recordar lo que sufrí y la presión que sobre mi espiritu sentí en aquellos momentos, sabiendo, como sabía, que el comandante ordenaría el bombardeo y arrasaría con todo si no era bajada la bandera española. Como a la media hora, a Dios gracias, se vio bajar la bandera española. Entonces el comandante vino adonde mí y me dijo: "Lassala, ¡qué mucho quiere usted a su gente!" Yo, con lágrimas en los ojos, sólo pude contestarle: "Es que yo conozco a mi gente y mi gente no es como ustedes se imaginan."

Que las intenciones de los barcos americanos surtos en el puerto de Ponce eran las de arrasar a la ciudad, aunque ya lo dijo en su relato don Víctor Lassala, nos lo confirma don Angel Rivero cuando al narrar las incidencias de la rendición de Ponce, dice que el vicecónsul inglés en Ponce, Sr. Fernando M. Toro, recibió un aviso del teniente Merrian, -el mismo que se había personado horas antes a la Capitanía del Puerto a exigir la rendición de la plaza a nombre del comandante Davis, en el que éste le había manifestado que "tenía órdenes de exigir la inmediata rendición de la plaza, o que, de lo contrario, sería bombardeada por los buques de guerra fondeados en el puerto."

Ya dijimos que el comandante Davis, surto en el puerto de Ponce, le había comunicado al general Wilson, que se acercaba desde Guánica, que "fuerzas de la Marina habían desembarcado la noche anterior y que se estaba tramitando un arreglo entre el jefe de la fuerza española y un representante de la Armada."

Dice, para los fines de cerrar esta narración, don Angel Rivero: "A las seis de la mañana del día 28 de julio de 1898, el cadete Lodge izó la bandera de los Estados Unidos en la Capitanía del Puerto de la Playa de Ponce."

En la misma asta, decimos nosotros, donde estaba la bandera española, cuyo arriamiento la noche anterior evitó que la señorial ciudad ponceña fuera arrasada, hecho de incalificable barbarie que fue evitado por los ruegos de un anónimo marino guaniqueño que se llamó Víctor Lassala, dato que, de haberlo conocido don Angel Rivero, le hubiera dado la merecida prominencia en su obra Crónica de la Guerra Hispanoamericana.

Después de la pacífica ocupación de Ponce, según relata don Víctor en la entrevista, fue enviado al puerto de Arroyo pilotando otro barco de guerra americano. De regreso a Ponce, por desperfectos de la maquinaria del buque, fondearon frente a la isla de Caja de Muerto. Reparada la avería, llega a Ponce en donde lo retienen por espacio de 18 días, y luego lo devuelven a Guánica y le dieron un papel para que se lo entregara al comandante de las fuerzas de ocupación que estaban acampadas en El Carenero. El papel que le habían dado en Ponce era para que en el campamento en Guánica le proporcionaran trabajo. Dice don Víctor: "El trabajo que me dieron era el de llevar a los oficiales en una lancha a pescar y a cazar."

¡Qué pago, exclamamos nosotros, para quien salvó de la destrucción a toda una gran ciudad!

Termina don Víctor la entrevista así: "No figuro en la historia de Rivero, Crónica de la Guerra Hispanoamericana, por encontrarme atendiendo mis obligaciones en mi trabajo el día que llegaron a tomar la información sobre la invasión americana por Guánica."

He aquí, rescatado para conocimiento de nuestros actuales y futuras generaciones, un episodio ignorado por nuestros historiadores y por nuestro pueblo puertorriqueño sobre la invasión americana de nuestra Isla por el puerto de Guánica.

Muchas gracias a la clase graduada de nuestra Escuela Superior a la que perteneció el compueblano y amigo Edmundo McDougall, por este trabajo investigativo realizado, con el que se rescató para la historia guaniqueña y puertorriqueña uno de los sucesos más emotivos que tuvo lugar en la rada de Ponce en ocasión de la llegada de la escuadra americana para la ocupación de la Perla del Sur en el 1898.


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